Les acercamos un fragmento muy corto, es el comienzo de un libro, esperamos que lo disfruten:
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"UN POCO DE MI PROPIA HISTORIA
He dicho y repetido cada vez que ha sido oportuno, que tengo mucho que agradecerle al Movimiento Scout. El haberlos encontrado e identificado con lo que ellos representan, el haber practicado lo que enseñan, contribuyó en buena manera a mi propio crecimiento como ser humano. Así lo digo y estoy muy agradecido.
Por una parte provengo ‑lo quiso el destino‑ de una familia de inmigrantes. Me tocó vivir primero años en una pequeña ciudad costera, de inolvidable paisaje y extraordinario mar azul. Cielo, mar y cocotales quedaron para siempre como marco interior, ámbito íntimo, en cuyo espacio se desarrolla mi existencia.
Me tocó ir a la escuela con los demás niños del lugar y sufrir la diferencia que había entre mi educación y la de ellos. Cuántas cosas para mí prohibidas, inadmisibles, eran norma común para los otros. Cuántas veces me vi ante el dilema de tener que escoger como entre dos mundos. Recuerdo una anécdota que lo explicaría bien todo; en mi casa había la norma que en las fiestas de carnaval, cuando alguien descubría tras la más cara la identidad de alguno, lo disimulaba, se guardaba el dato como un secreto para sí, evitando avergonzar al oculto personaje. una vez, aún desconociendo esa regla, fueron a la casa disfrazados en comparsa compañeros de la escuela, reconocí a uno y con toda la picardía propia del niño solté el descubrimiento ante todos.
Resultado: miradas amenazantes, intervenciones reparadoras de mis mayores. Comprendí que había cometido una gran falta. Esperaba después la reprimenda, que vino en su momento cuando los disfraces siguieron su camino.
Días después cuando me tocó a mis vez ir disfrazado a visitar al vecindario, el resultado fue todo lo contrario. En donde me reconocieron, se burlaron y rieron a carcajadas. Para mi sorpresa y enojo, aquella ley válida en mi casa no era válida en la de otros. Por el contrario, hasta los mismos adultos de la casa visitada participaban en las bromas. Resultado: regreso lleno de confusión más que de vergüenza. Estaba ante la presencia de dos mundos, dos actitudes contrarias, dos normas distintas. Para vivir había que adherir una, para sobrevivir había que adherir la otra.
El colegio, regentado por religiosos extranjeros, introducían un factor de confusión más: una ética y una doctrina, que en el fondo ninguno de mis compañeros, ni buena parte de los adultos de la comunidad, sinceramente adhería; y para sobrevivir en el colegio me era necesario suscribir esos valores y actitudes que con tanto énfasis se predicaban.
Viví así lo que puede llamarse el drama de un niño hijo de inmigrantes, que tiene que adaptarse al mundo a donde sus padres o abuelos inmigraron.
Drama porque es génesis a veces de muchos trastornos del sentimiento y la conducta humana. Drama porque bien puede describirse en psicopatología, lo que merece en propiedad llamarse "El síndrome del inmigrante", el cual aquí ahora, me cuido a detallar más extensamente. Me limito a señalarlo, !existe! y yo sufrí de ese mal que me conducía al aislamiento, a la creación de un mundo propio separado de la realidad; enajenado, matizado siempre de interminables nostalgias.
Hoy lo puedo decir como quien narra un cuento, pero todo aquello fue vivido con suficiente amargura!
PERO EN EL PUEBLO HABÍA UNA TROPA DE BOY SCOUTS
Estaba formada por niños humildes, de mi colegio había apenas alguno, no éramos del grupo, se lo miraba con desdén.
Una tarde el día 8 de enero de 1941, observé que en su local la bandera la tenían expuesta a media asta y llevaban una cintita negra prendida a la camisa. El Fundador había muerto, ese día había llegado la noticia. Comentando el hecho con el jefe quien me era conocido, de la conversación surgió la pregunta: ¿Quiéres ponerte tu luto?". A lo que respondía, tras ligera vacilación: "Bueno". Y así comenzó la historia.
Ya desde años antes había tenido noticias del asunto, sabía más o menos de que se trataba, los había visto de cerca en distintas ocasiones, pero el momento del ingreso, la incorporación a ellos, no había llegado hasta ese día.
Siempre como era de suponer, hubo reparos y objeciones en la casa.
Al principio se me permitió condicionalmente; podía participar en todo menos en las salidas al campo y las excursiones. Después fueron cambiando las cosas.
Recuerdo bien aquellas Tropas: Había dos, y además un Clan y una Manada. Convencido estuve poco después, que no eran expresión legítima de lo que en toda su pureza debía ser un Grupo Scout. No tenía claro concepto de lo que había de hacerse y los encontré llenos de fallas. No comprendí lo más hermoso: eran una versión legítima, autóctona, propia, de la idea tal como había echado raíz y había sido entendida genuinamente por los muchachos del pueblo.
Las actividades eran sencillas: dos veces por semana había reunión, duraba una hora; se leía la lista de asistencia, se recaudaban las cuotas, y luego se recibía una instrucción: aprender a desfilar al toque del redoblante y son de la corneta. Voces de mando que gozábamos infatigables.
Una vez al mes se asistía solemnemente a la iglesia de la parroquia desplegadas las banderas a tambor batiente. Nos enorgullecía sabernos uno de los Grupos que mejor cumplía los movimientos del desfile y lucía más disciplinado. Se prestaban servicios para asegurar el orden público en ciertas ocasiones, como festividades de la parroquia y de la comunidad; ocasionalmente se iba a los campos, donde se sabía de un pozo de aguas cristalinas hasta el cual se llegaba cumpliendo una caminata llamada excursión. No había nada más, eso rea todo. En una gaveta, descosido y manchado había un libro cuasi mágico, que alguna vez alguien sacaba y leía. Su título era "Escultismo para Muchachos", versión castellana; lo había escrito en inglés el Fundador y allí estaba contenida su palabra y su enseñanza. Había uno solo para todos los cientos y tantos asociados de la localidad.
Muchos años más tarde desconocí todo lo que aquello era y traté cuanto pude, por hacerlo llegar a lo que consideraba la práctica del Método de una manera pura, tecnificada, exacta. Más entonada con los Scouts de otros sitios, especialmente de Europa. Encontraba que aquello que había vivido era algo imperfecto, insuficiente. Pero !qué equivocado estaba! Aquello lo dio todo, con toda su fuerza y en toda su capacidad. Era la aplicación posible del Método, su forma auténtica, tal como dirigentes y dirigidos en el lugar lo habían entendido y aplicado, ajustado intuitivamente a la necesidad.
Para mí la integración al Grupo lo cambió todo. Un mundo extraño se hizo comprensible. Los desconocidos se hicieron conocidos. Me sentí apreciado, escuchadas mis opiniones, tomadas en cuenta. Recibí responsabilidades, demostré de que cosas era capaz, obtuve reconocimiento, afecto y simpatía.
Desde entonces para el mundo del colegio había otro alternativo, en el cual me sentía valer, me sentía ser tanto cuanto alcanzaba mi capacidad de servicio, mi sentido de responsabilidad, de participar, de estar presente. !desde entonces cambió todo!.”….
Este es un pequeño fragmento del comienzo del libro “El Gran Juego”, de Adolfo Aristeguieta Gramko.
Adolfo era venezolano, fué un médico psiquiatra muy reconocido en su país y América. Fue Embajador de Venezuela en Alemania, y ejecutivo de la Oficina Mundial.
Entre otras cosas nos dejó su libro “El Gran Juego”, donde explica desde la visión de su época las virtudes de nuestro método educativo. No se lo pierdan!.
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Adolfo falleció en agosto de 1998.-
“El Gran Juego” se puede conseguir en la red en formato Word en: http://www.gruposcoutslujan.com.ar/down/El%20Gran%20Juego/El%20Gran%20Juego.doc
“El Gran Juego” se puede conseguir en la red en formato Word en: http://www.gruposcoutslujan.com.ar/down/El%20Gran%20Juego/El%20Gran%20Juego.doc